Querida (y odiada) EM:

¡Gracias y mil veces gracias!

Muchas gracias por entrometerte entre nosotros dos, porque así pude conocerla más allá de los triviales motivos que rondan en las intenciones de los jóvenes, pude enamórame de su sonrisa, de su tacto, de su forma de mirarme, enamorarme de toda ella y de todo lo que representa en este mundo. Y aunque reconozco que fue muy hábil por tu parte la jugada de (Si no puedo con él, la ataco a ella) y lograste que me abandonara para que no tuviera que cuidarla, para que rehiciera mi vida junto a otra mujer que no me hiciera tener una vida complicada, pues por ese acto tan vil, también te doy las gracias, ya que me hiciste sacar fuerzas de donde yo no sabía que las tenía y le mostraste a ella que clase de hombre era yo, de esos que no abandonan un camino aunque esté plagado de piedras y lograste que se enamorara por siempre de mí.

Agradecerte las noches y días de dolor, porque me hacen estar junto a ella y llenarla de besos y sonrisas. Su inmovilidad, sus muletas primero, su andador después y su silla de ruedas ahora, también te lo agradezco, pues nos has obligado a recorrer juntos caminos, sendas que nunca nos hubiéramos atrevido, nos has forzado a reírnos bajo la lluvia cuando nos ha sorprendido y no hemos tenido donde cobijarnos. Tampoco podía dejar de agradecerte, que hayas conseguido que ella, que le cuesta un mundo alzar sus bracitos, lo intente cuando paso por su lado para regalarme un abrazo. Como no voy a escribirte esta carta, si gracias a ti, me has convertido en un gran hombre, a ella la has transformado en una guerrera y nos has mostrado como se ama de verdad.

Sé que nos has quitado cosas, pero tú eres así, tienes ese carácter, pero nos has dado tantas, pero tantas, que tal vez por enunciarte algunas pocas te diría; Sonrisas, comprensión, ganas, mejor dicho, ansias por vivir, complicidad, experiencias, anécdotas, podría seguir hasta el infinito, como hasta el infinito es el amor que nos has creado.

Gracias por todo esto y más, pero no te confundas, si pudiera te expulsaría de nuestras vidas, pero ya no te odio, porque ese sentimiento es demasiado nocivo como para vivir toda la vida con él, ahora simplemente te tenemos indiferencia y por supuesto esperando a tu próximo regalo, que seguro, también te lo agradeceremos.

Me despido deseando que alguien descubra la espada con la que te destruyan, cuídate mucho y no ceses en tu empeño de seguir dándonos cosas que agradecerte.

Se despide de ti, el terrible luchador que has creado.

Frank M. López

Frank M. López

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