Querida (y odiada) EM:

Y digo querida no porque te tenga afecto alguno, sino porque cada mañana al levantarnos mi pareja y yo de la cama, ahí estás tú, entre los dos, y entonces conviene estimar con qué humor te levantas, qué expectativas tienes hoy de permitirnos continuar con las actividades cotidianas, y así un día tras otro.

Decirte que nunca deseamos que formaras parte de nuestro equipo. Éramos una familia de tres, y no queríamos un cuarto miembro, mucho menos con tu carácter endemoniado y delirante. Pero después de casi diez años desde tu llegada, hemos desarrollado la capacidad de comprenderte, tolerarte, e incluso en ocasiones, de prescindir de tí a pesar de tu afán de protagonismo.

También quería aprovechar la ocasión para comentarte, que eres la peor de todas a versiones de ti misma que podría tocarnos en suerte (progresiva primaria). Pero aun siendo tan complicado explicar con palabras lo enojosa que resultas, sería injusto no poner en valor que nos has brindado la ocasión de hacer un Master vital casi gratuito.

Contigo hemos aprendido a trascender nuestros límites, a cruzar las últimas fronteras, a muscular el cuerpo y el cerebro, a tomar distancia de los dramas cotidianos menores, a tener paciencia, a improvisar, a descansar y a disfrutar de esas pequeñas cosas que dicen que hay, y que sin tí, nunca lo hubiéramos logrado de forma tan intensa. Y puedo decir con seguridad, que no tendríamos la perspectiva necesaria para valorar la vida que nos ha tocado vivir.

Así que, en ese sentido mi más sincero agradecimiento, y mi deseo de que alguien algún día consiga desterrarte de la faz de la tierra. Por mi parte me comprometo a dejar testimonio de tus enseñanzas sin necesidad de que estés presente.

Mar Rocha

Share This