Querida (y odiada) EM:

Querida y odiada EM
Entraste en mi vida compitiendo con un rival fuerte: un cáncer de mama. ¿Lo recuerdas?, yo si. Desconozco el grado de afinidad o amistad que hay o pudo haber entre vosotros, en mi caso estoy segura de que una relación existió.
Imagino que la calaña de cada uno de vosotros, junto al afán de protagonismo, la falta de consideración y respeto a la salud, harán que en vuestra historia figuren diversas carreras de fondo sin un objetivo o causa que justificar.
En mi caso te ganó él. Se te adelantó en cuatro años. Entró de lleno, arrasando como suele hacer y dejándome temporalmente como una piltrafa afectando a todo mi ser en todas sus vertientes salvo un ápice de esperanza y valentía para poder hacer frente a ese ciclón que algunas veces, como en mi caso, no ha podido proclamarse vencedor, pero si abrirte camino para que puedas campar a tus anchas.
Si su entrada fue un tsunami, la tuya, por el contrario, fue sutil. Se podría decir que hasta con ironía. Me hiciste creer que los zapatos que se llevaban esa temporada eran la causa de que no pudiese andar bien y me hiciste invertir en calzado. Hasta consideré que con unos zapatos determinados caminaba mejor ¡que ilusa! ¡llegué a pensar que no sabía caminar!
De ti no conocía nada. Tu nombre era algo en lo que nunca había reparado. Hago memoria y viene a mi mente una ocasión en que bajé a mi perro, como era habitual, a las ocho de la mañana de un primero de año, eso lo hacía todos los días antes de ir a trabajar y vi a una mujer que caminaba con mucha dificultad, desorientada y me pareció que estaba perdida. Había gente en la calle que se retiraba después de una noche de fiesta con el aparente deterioro que ello conlleva. Esa mujer que estaba delante de mí, distaba de tener ese patrón. Al ver su dificultad, pregunté si necesitaba ayuda y me contestó: “Tengo Esclerosis Múltiple”. Me impactó el coraje de aquella mujer y sentí verdadera admiración por ella.
Quién me iba a decir entonces que me tenías en tu punto de mira. Llevo conviviendo contigo diez años y aunque te odio y hubiese preferido que no te cruzases en mi camino, tengo que agradecerte que no seas tan cruel como me habían dicho. Cuando llamaste a mi puerta me diagnosticaron que en poco tiempo estaría en una silla de ruedas, ese momento no ha llegado y aunque necesito una muleta para desplazamientos fuera de casa, celebro cada día como un pulso que te echo y voy ganando. He aprendido, o mejor voy aprendiendo a dosificar mis fuerzas a tomarme los descansos necesarios y a conformarme con las limitaciones que me vas imponiendo.
Cuento con el amor y entrega incondicional de todos los que me rodean que, al contrario que tú, tratan de hacerme todo más fácil con su dedicación. Saco fuerzas para llegar a las pequeñas metas que me pongo. Soñaba con llegar a tener un nieto… ya voy por el tercero ¿No sé cuándo me vencerás?, yo siempre con la escopeta cargada por si acaso. Lo que si deseo de corazón es que no pase mucho tiempo en que la ciencia pueda acabar contigo de una vez o sea capaz de mantenerte aletargada sin que puedes campar a tus anchas como haces ahora.
Mercedes Ríos

Mercedes Rios

Share This